domingo, 29 de agosto de 2010

HAKUNA MATATA


¡PUMBAAAAAA!

Llevo viendo a este hermoso en la tienda de al lado de la iglesia unos cuantos días; hoy por fin me he apropiado de él. Le voy a poner en la habitación de la residencia, que se vea al entrar, para que con su penetrante mirada intimide a posibles ladrones y soplagaitas. ¡Qué achuchable es!

"Hakuna Matata!"

sábado, 28 de agosto de 2010

The very clichéd list of bullet points (of love) PARTE I

Demasiada pereza para ponerme a contar todo lo que me ha pasado día por día, así que os voy a ir dejando unas pocas fotos cada día para que veáis las cosas que más me están gustando de aquí. Hoy...

♥ Essen & Trinken (especialmente "trinken"):



Toda la comida, pida lo que pida, está buenísima. Aquí se ve lo que quedaba de mi plato ayer al mediodía, cuando me acordé de hacer la foto. Ya no queda mucho porque en cuanto me lo pusieron delante me puse a devorar, pero en su momento fue una montaña de sauerkraut (chucrut) y cuatro salchichas "blancas", con pan negro y su medio litro de cerveza (se ve el vaso en la parte de arriba de la foto). Así que los alemanes saben comer, pero saben mejor beber; si lo dudáis, mirad la siguiente foto...


Éste es uno de los dos barriles de vino que hay en el antiguo castillo medieval de Heidelberg... lo tenían para emborrachar a los soldados en caso de asedio, para "levantar la moral". Pero ¡esperad! Porque éste (de unos 6 metros de diámetro) es el más pequeño de los dos...


¡Éste sí que sí! ¡221.726 litros de capacidad, señores! Es una bestia de madera, tiene hasta una pequeña terracita en la parte de arriba XD


[Continuará...]

jueves, 26 de agosto de 2010

Ich spreche kein Heidelberger (Día 1 en Heidelberg - 25.08.10))

Hallo Zusammen! ¿Qué os contáis?

Bueno, como habréis sabido por mi Facebook, ¡ya estoy en Alemania! Una foto de rigor antes de seguir:




Ahora empezamos, ya en serio. Todo comenzó nada más llegar al aeropuerto de Frankfurt. (De este no tengo fotos porque me preocupaban más... otras cosas. A continuación.) Nada más bajar del avión procedente de Barajas, vamos por un pasillo a recoger las maletas y nos encontramos con una multitud apelotonada alrededor de la entrada a la sala de las cintas. ¡Horror! Llegaba la primera de las tareas enviadas por los dioses...

La puerta de acceso era giratoria, y resultaba que se había atascado. Era imposible salir o entrar a la sala. A todas estas, el piloto de nuestro vuelo, que acababa de bajar del avión, mirando a la gente y cachondeándose con el colega en español a voz en grito: "¡Jose! ¡Estos tíos están revisando las maletas por si hay jamón!" (En la mía había, pero es MI TESORO. Y soy demasiado astuta. En la maleta sigue.) A todas estas los alemanes apelotonados en la entrada quejándose, y los españoles de risas (el mejor el tío que tenía una camiseta "I love Tortilla española" con una tortilla en forma de Pacman comiéndose el triángulo de tortilla que le faltaba). ¡Y la gente que pasaba (algunos en bici) mirando! Le suena el busca al piloto y comunica a la gente en alemán y español que el aeropuerto ha mandado a alguien, luego otra vez de risas. Por fin el pavo llegó (en bici, esto es de locos) con una tarjeta de seguridad y desbloqueó la puerta.

Lo que siguió fue un peregrinaje que nada tiene que envidiar al Camino de Santiago... por aquello del año Jacobeo, nos recorrimos medio aeropuerto buscando el autobús fantasma a Heidelberg ("mi pueblo"), que nadie sabía de dónde salía. Y mientras tanto maletas arriba maletas abajo de un lado a otro. Por fin localizamos la puerta de donde salía el famoso bus de Lufthansa que iba a Heidelberg, pero resultó que... ¡no era un autobús! Era una furgoneta de mierda de nueve plazas, un puto timo, que ahí no cabía ni su puta madre. Había un hombrecillo al lado de la furgoneta, con pinta de ser el conductor, así que me acerqué a preguntar.

Todo esto en alemán:

Yo: Hola. ¿Es éste el bus a Heidelberg?
Hombrecillo: Sí que lo es. ¿Estás apuntada?
Yo: Errrrr no. ¿Hay que apuntarse?
Hombrecillo: Si vas sólo tú, no, pero si vas con más gente tendrás que esperar al siguiente, que aquí ya no cabe nadie más.
Yo: ¿Y a qué hora viene el siguiente? (Eran las 12:30)
Hombrecillo: A las 14:30.
Yo: (facepalm) Vale, apunte tres personas para ése. A nombre de Sonia.

y de repente....

Hombrecillo: (en español) ¿Sonia? ¿Tú eres de España?
Yo: Pues sí.
Hombrecillo: ¡Hostia! ¡Yo soy de Móstoles! ¡Qué fuerte! ¡Espera que llamo a mi colega y te apuntamos para el siguiente!

Efectivamente, el tío sacó el móvil con una sonrisa de oreja a oreja y le soltó al colega una parrafada en alemán del copón, luego me dijo que no me preocupara de nada, que aunque él tenía que irse con ese bus, su compañero ya lo sabía así que no había problema. Muy surrealista. Pero ya empezaba a entrar hambre, y decidimos entrar a buscar algo de comer en el aeropuerto...

Acabamos en un extraño lugar del aeropuerto de cuyo nombre no quiero acordarme. A mi madre le apetecía pizza, y allí empezó una nueva odisea, porque las pizzas no estaban hechas, sino que había un montón de cuencos con ingredientes y un chico haciendo la masa detrás del mostrador... hasta que me enteré de que había que elegir los ingredientes cada uno y luego dárselos al chico, me estuve paseando como un pato mareado por toda la tienda mirando lo que hacía la gente. Por fin ya le di los ingredientes al chico, que me preguntó algo que no oí por el ruido de la gente, así que directamente le dije que sí. No sé qué sería, pero bueno, la pizza estaba buena así que tampoco me preocupa tanto.

Al fin después de eso conseguimos pillar el autobús del colega del tipo de Móstoles, metidos en aquella furgoneta de mierda con un montón de alemanes que nos miraban como intimidados XD Después de una hora o así de viaje (durante la que tuve que ponerme las gafas de sol para que no se notara mucho que me estaba quedando sopa) llegamos a Heidelberg, aunque no era nada como yo lo había imaginado... llegamos a una plaza bastante fea, donde estaba nada más y nada menos que mi amigo el de Móstoles esperándonos... nos saludó y yo aproveché para preguntarle dónde estaba la calle del hotel. No tenía ni idea y le preguntó al colega que le soltó una parrafada de calles y plazas y no sé qué más en alemán, a lo que él contestó "Ich spreche kein Heidelberger!" ("Yo no hablo Heidelberguense!"), vamos, lo que yo estaba pensando. Al final cogimos un taxi hasta el hotel con todas las maletas.

MENOS MAL cuando llegamos, aquello ya era más como yo me lo imaginaba... resulta que nos había dejado la furgoneta en la parte nueva de Heidelberg, muy sosa, pero el centro de la ciudad es todo medieval y precioso (la foto de arriba es de la plaza de la iglesia, Heiliggeistkirche), la verdad es que las calles parecen sacadas de un cuento de hadas... He subido un montón de fotos a Facebook, así que ya sabéis.



Las aventuras de hoy y ayer en otro momento... zzzz!

jueves, 12 de agosto de 2010

Haciendo amigos en el Retiro

Entrada en español. ¿Por qué? Porque quiero. Y punto pelota. (Juas.)

En fin, jóvenes, sé que me habéis echado de menos desde mi post introductorio (¡ha pasado un mes! ¡un mes de calor infernal y soledad desoladora causada por mi ausencia! Lo sé.) pero es que he estado... ocupada. Ocupada aprendiendo a montar en bici, y de paso haciendo amigos en el Retiro.

¡Horror! ¡Tragedia! ¡Caligrafía! Pero es cierto, yo antes no sabía montar en bici. (audience gasps) Mis padres lo intentaron, me compraron una bici (muy bonita, para qué mentir), y yo la miré un par de veces, admiré su aerodinámica belleza desde lejos y volví a mi prehistórico ordenador con MS-DOS a jugar al juego del troglodita (que poco después dejó de emocionarme tanto cuando la barra espaciadora, que servía para saltar, se jodió en medio de una pantalla CON EL SUELO LLENO DE PINCHOS). Corría el año mil-novecientos-nosequé, y yo era una joven pipiola sin interés alguno en todo aquello que implicase hacer ejercicio o deporte.

Ahora, aunque mi interés en el deporte sigue siendo bajo-moderado, la situación ha cambiado. Como en Alemania es muy común moverse por ahí con bicicleta, y los rumores dicen que todos los alemanes pasan un examen de bici a los diez años, pues no iba a ser yo la única pardilla. Así que el primer lunes de Agosto me dirigí a la tienda de alquiler BYBIKE en Menéndez Pelayo para alquilar una bici que poder estampar contra los bordillos sin remordimiento alguno.

Esa semana fue del todo bizarra. Empezando por el lunes, en el que, después de dominar el difícil arte de bajar una cuesta (sin pedalear, sólo manteniendo el equilibrio) sin matar a ninguna viejecita que tuviese la mala idea de cruzarse en mi camino (muajajajaja-ruido-de-truenos), decidí comprarme un helado para celebrar mi apoteósica victoria en mi batalla contra la gravedad. El puesto de helados más cercano lo llevaba un afable hombrecillo chino de acento ininteligible, que en ese momento estaba atendiendo a otra chica. Yo me quedo mirando el cartel para decidirme y cuando me da por mirar al chino veo que tiene servilletas de papel de las típicas de bar pegadas a una mano y a la cabeza y empapadas de sangre. Un chico con una bici (que luego resultó ser en parte culpable de la hostia que se había dado el chino) llamó al SAMUR y vinieron en seguida, pero el hombre no quería dejar de trabajar. No paraba de indicarme para que le pidiera el helado que quisiera, que él estaba bien. Al final después de mucho insistirle en que fuera a que le curasen (¡el tío tenía una brecha!), que yo le esperaba, entró en la ambulancia. Nos quedamos allí esperando mi madre, una empleada de Parques de Madrid, el de la bici y yo.

Empieza lo bueno. Se ponen a hablar el chico de la bici y la de los Parques del accidente del chino. Resulta que le había pedido prestada la bici al chico para dar una vuelta, y no había visto una piedra en el camino y se había caído de la bici y estampado la cara contra el suelo. (Le dieron unos cuantos puntos después). Debe ser que para que no se le infectara se había dado un mejunge casero, y después había llamado a su mujer. La conversación (si se puede llamar así) entre la de los Parques y el de la bici, mientras curaban al pobre hombre, fue algo así:

Parques: Claro, es que él se ha dado una cosa de esas chinas, un aceite o algo, que en eso ellos creen mucho, pero vamos que es psicológico todo.
Bici: Pues que pena, porque es chino, pero es buen tío.
Parques: Lo que yo te digo, todo en la cabeza. Que dice que está bien, pero un aceite de hierbas no deja de ser un aceite de hierbas. Y ya está. Lo que pasa es que si él se lo cree...
Bici: Y además que el chino te dice siempre hola cuando te ve, es un tío de primera, y siendo chino además.

Una con el aceite de hierbas y el otro con lo de que el chino era buena persona (como si no fueran características compatibles) y hablando de él como si ya se hubiera muerto. Mi madre y yo flipando. Y cuando yo pensaba que no podía ser más raro todo aquello, aparece un siniestro señor de pantalones a lo Julián Muñoz y gafas de culo de vaso, más sordo que una tapia, ya mayor...

Señor: ¿Qué ha pasado? ¿Se ha caído el chino? ¿Le ha dado un infarto? ¿Se ha muerto?
Yo: ... No. Se ha caído pero no es grave.
Señor: Ya. ¿Sabes qué pasa? Que guarda cosas en esa repisa de ahí arriba, y luego se sube a por ellas en la silla esa vieja y claro, algún día se tenía que caer.
Yo: En realidad, se ha caído con la bici.
Señor: Lo que yo te digo, moza, que eso de subirse a la silla es peligroso.
Yo: No, le acabo de decir que ha sido con la bici...
Parques: Se ha dado un aceite de hierbas en la herida, pero ya sabe usted, eso en realidad es todo psicológico.
Bici: Y una pena, porque es un chino simpático.
(de repente el Señor se gira y se va por donde ha venido)
Yo: *facepalm*

Posteriores momentos de surrealismo incluyeron la llamada de la mujer preocupada QUE NO HABLABA ESPAÑOL (Parques: ¿Qué? ¡En español! ¡EN ESPAÑOL! ¿USTED PREGUNTA POR EL CHINO?) y la aparición de un niño fan del chino de los helados, que cuando oyó que el chino se había "hecho pupa" se puso a berrear como un condenado. La gente se empezaba a congregar alrededor. Un espectáculo, vamos, faltaban las palomitas. El niño no paró de llorar hasta que el chino salió de la unidad móvil con la cabeza medio vendada, momento en el que el móvil del hombre empezó a sonar de nuevo (Heladero (a Parques): ¡Es mi hija! ¡Tú habla con ella!; Parques: ¡hable usted mejor!; Heladero: ¡No! ¡Ella regaña como niño! ¡Pero tú di que trae camiseta limpia, ésta tiene sangre!). Vamos, que cuando la hija del heladero chino llegó y me puso el helado, ya ni tenía ganas de comérmelo, después de todos aquellos encuentros en la tercera fase...

El resto de la semana no fue tan heavy, pero acabé conociendo a todo el mundo: un hombre de poca fe que decía que yo no iba a aprender a montar en bici en dos o tres días (toma esa, gili, sí que lo he conseguido) y que además tenía un hijo que iba de Erasmus a Bruselas, unos cuantos que estaban aprendiendo a patinar... Pero el mejor sin duda el niño Juan, de unos 7 años, que estaba aprendiendo a montar en bici el jueves con los ruedines. Cuando yo estaba cerca oí que su padre le retaba a una carrera (su padre iba en patines). Juan se quedó atrás enseguida, y cuando pasé a su lado gritó "¡Pues no me vas a ganar!" y yo pensé que se lo decía al padre, pero luego mi madre me dijo que no, que me estaba mirando a mí al decirlo. Al final nos hicimos amigos y Juan (aparte de especular con mi madre acerca de mi posible muerte cuando me fui con la bici y dejó de poder verme) me contó que tenía un reloj de Batman que no era sumergible pero que le gustaba más que otro de flores, porque ése era de chica. XD

PEAZO DE POST, pero todo llega a su fin. ¡Eso es to, eso es to, eso es todo amigos! Nos vemos próximamente, lo más probable que postee una vez llegue a Alemania en dos semanas. Contadme vuestras opiniones, experiencias surrealistas, o lo que desayunasteis ayer. ¡Comentad!

"Bye, bye, bicycle!"