Entrada en español. ¿Por qué? Porque quiero. Y punto pelota. (Juas.)
En fin, jóvenes, sé que me habéis echado de menos desde mi post introductorio (¡ha pasado un mes! ¡un mes de calor infernal y soledad desoladora causada por mi ausencia! Lo sé.) pero es que he estado... ocupada. Ocupada aprendiendo a montar en bici, y de paso haciendo amigos en el Retiro.
¡Horror! ¡Tragedia! ¡Caligrafía! Pero es cierto, yo antes no sabía montar en bici. (audience gasps) Mis padres lo intentaron, me compraron una bici (muy bonita, para qué mentir), y yo la miré un par de veces, admiré su aerodinámica belleza desde lejos y volví a mi prehistórico ordenador con MS-DOS a jugar al juego del troglodita (que poco después dejó de emocionarme tanto cuando la barra espaciadora, que servía para saltar, se jodió en medio de una pantalla CON EL SUELO LLENO DE PINCHOS). Corría el año mil-novecientos-nosequé, y yo era una joven pipiola sin interés alguno en todo aquello que implicase hacer ejercicio o deporte.
Ahora, aunque mi interés en el deporte sigue siendo bajo-moderado, la situación ha cambiado. Como en Alemania es muy común moverse por ahí con bicicleta, y los rumores dicen que todos los alemanes pasan un examen de bici a los diez años, pues no iba a ser yo la única pardilla. Así que el primer lunes de Agosto me dirigí a la tienda de alquiler BYBIKE en Menéndez Pelayo para alquilar una bici que poder estampar contra los bordillos sin remordimiento alguno.
Esa semana fue del todo bizarra. Empezando por el lunes, en el que, después de dominar el difícil arte de bajar una cuesta (sin pedalear, sólo manteniendo el equilibrio) sin matar a ninguna viejecita que tuviese la mala idea de cruzarse en mi camino (muajajajaja-ruido-de-truenos), decidí comprarme un helado para celebrar mi apoteósica victoria en mi batalla contra la gravedad. El puesto de helados más cercano lo llevaba un afable hombrecillo chino de acento ininteligible, que en ese momento estaba atendiendo a otra chica. Yo me quedo mirando el cartel para decidirme y cuando me da por mirar al chino veo que tiene servilletas de papel de las típicas de bar pegadas a una mano y a la cabeza y empapadas de sangre. Un chico con una bici (que luego resultó ser en parte culpable de la hostia que se había dado el chino) llamó al SAMUR y vinieron en seguida, pero el hombre no quería dejar de trabajar. No paraba de indicarme para que le pidiera el helado que quisiera, que él estaba bien. Al final después de mucho insistirle en que fuera a que le curasen (¡el tío tenía una brecha!), que yo le esperaba, entró en la ambulancia. Nos quedamos allí esperando mi madre, una empleada de Parques de Madrid, el de la bici y yo.
Empieza lo bueno. Se ponen a hablar el chico de la bici y la de los Parques del accidente del chino. Resulta que le había pedido prestada la bici al chico para dar una vuelta, y no había visto una piedra en el camino y se había caído de la bici y estampado la cara contra el suelo. (Le dieron unos cuantos puntos después). Debe ser que para que no se le infectara se había dado un mejunge casero, y después había llamado a su mujer. La conversación (si se puede llamar así) entre la de los Parques y el de la bici, mientras curaban al pobre hombre, fue algo así:
Parques: Claro, es que él se ha dado una cosa de esas chinas, un aceite o algo, que en eso ellos creen mucho, pero vamos que es psicológico todo.
Bici: Pues que pena, porque es chino, pero es buen tío.
Parques: Lo que yo te digo, todo en la cabeza. Que dice que está bien, pero un aceite de hierbas no deja de ser un aceite de hierbas. Y ya está. Lo que pasa es que si él se lo cree...
Bici: Y además que el chino te dice siempre hola cuando te ve, es un tío de primera, y siendo chino además.
Una con el aceite de hierbas y el otro con lo de que el chino era buena persona (como si no fueran características compatibles) y hablando de él como si ya se hubiera muerto. Mi madre y yo flipando. Y cuando yo pensaba que no podía ser más raro todo aquello, aparece un siniestro señor de pantalones a lo Julián Muñoz y gafas de culo de vaso, más sordo que una tapia, ya mayor...
Señor: ¿Qué ha pasado? ¿Se ha caído el chino? ¿Le ha dado un infarto? ¿Se ha muerto?
Yo: ... No. Se ha caído pero no es grave.
Señor: Ya. ¿Sabes qué pasa? Que guarda cosas en esa repisa de ahí arriba, y luego se sube a por ellas en la silla esa vieja y claro, algún día se tenía que caer.
Yo: En realidad, se ha caído con la bici.
Señor: Lo que yo te digo, moza, que eso de subirse a la silla es peligroso.
Yo: No, le acabo de decir que ha sido con la bici...
Parques: Se ha dado un aceite de hierbas en la herida, pero ya sabe usted, eso en realidad es todo psicológico.
Bici: Y una pena, porque es un chino simpático.
(de repente el Señor se gira y se va por donde ha venido)
Yo: *facepalm*
Posteriores momentos de surrealismo incluyeron la llamada de la mujer preocupada QUE NO HABLABA ESPAÑOL (Parques: ¿Qué? ¡En español! ¡EN ESPAÑOL! ¿USTED PREGUNTA POR EL CHINO?) y la aparición de un niño fan del chino de los helados, que cuando oyó que el chino se había "hecho pupa" se puso a berrear como un condenado. La gente se empezaba a congregar alrededor. Un espectáculo, vamos, faltaban las palomitas. El niño no paró de llorar hasta que el chino salió de la unidad móvil con la cabeza medio vendada, momento en el que el móvil del hombre empezó a sonar de nuevo (Heladero (a Parques): ¡Es mi hija! ¡Tú habla con ella!; Parques: ¡hable usted mejor!; Heladero: ¡No! ¡Ella regaña como niño! ¡Pero tú di que trae camiseta limpia, ésta tiene sangre!). Vamos, que cuando la hija del heladero chino llegó y me puso el helado, ya ni tenía ganas de comérmelo, después de todos aquellos encuentros en la tercera fase...
El resto de la semana no fue tan heavy, pero acabé conociendo a todo el mundo: un hombre de poca fe que decía que yo no iba a aprender a montar en bici en dos o tres días (toma esa, gili, sí que lo he conseguido) y que además tenía un hijo que iba de Erasmus a Bruselas, unos cuantos que estaban aprendiendo a patinar... Pero el mejor sin duda el niño Juan, de unos 7 años, que estaba aprendiendo a montar en bici el jueves con los ruedines. Cuando yo estaba cerca oí que su padre le retaba a una carrera (su padre iba en patines). Juan se quedó atrás enseguida, y cuando pasé a su lado gritó "¡Pues no me vas a ganar!" y yo pensé que se lo decía al padre, pero luego mi madre me dijo que no, que me estaba mirando a mí al decirlo. Al final nos hicimos amigos y Juan (aparte de especular con mi madre acerca de mi posible muerte cuando me fui con la bici y dejó de poder verme) me contó que tenía un reloj de Batman que no era sumergible pero que le gustaba más que otro de flores, porque ése era de chica. XD
PEAZO DE POST, pero todo llega a su fin. ¡Eso es to, eso es to, eso es todo amigos! Nos vemos próximamente, lo más probable que postee una vez llegue a Alemania en dos semanas. Contadme vuestras opiniones, experiencias surrealistas, o lo que desayunasteis ayer. ¡Comentad!